Comentario
En contraposición a esta riqueza de la escuela de Valencia, la Corona de Castilla presenta un panorama bastante desolador, situación que se hace más patente en la propia Castilla. La poderosa y rica nobleza, más preocupada por el control político que por las empresas artísticas, se ocupa si acaso del palacio o la tumba, pero se desinteresa generalmente de los manuscritos iluminados. Tres focos se deben citar y ninguno es del reino que da nombre a la Corona. El primero es Sevilla. Un artista procedente de Toledo, formado en la tradición italiana de esa catedral, pero reconvertido en internacional, trabaja en pintura mural en Santiponce, al tiempo que es un excelente miniaturista. Se ha bautizado, por peculiaridades patentes en los libros, como Maestro de los Cipreses. Numerosos Corales de la catedral de Sevilla contienen un rico repertorio de iniciales, además de alguna escena más compleja, siendo suya también una Biblia (monasterio de El Escorial).El segundo foco está en Salamanca, donde, quizás, el obispo Diego de Anaya trae a Dello Delli, un florentino que se mueve en el ambiguo mundo en el que trabaja también Fra Angélico, Starnina y Lorenzo Monaco. Realiza el retablo mayor de la catedral románica, fábrica sin precedentes monumentales en ese ambiente. Finalmente, por caminos no conocidos, en León se asienta Nicolás Francés, cuyo origen se adivina por el apelativo, no obstante poco preciso. Durante muchos años trabaja allí, más allá de la época dorada del internacional. El gran retablo mayor de la catedral sirvió para identificarlo. El Museo del Prado guarda el retablo de La Bañeza, pero su producción fue muy extensa, incluyendo miniaturas (Coral de San Isidoro de León). Su huella se acusa en otros pintores, no sólo en León, sino en Castilla.